Biografia



Michel Foucault (Poitiers, 15 de octubre de 1926 – París, 25 de junio de 1984) fue un filósofo e historiador de las ideas francesas. Fue profesor en varias universidades francesas y estadounidenses y catedrático de Historia de los sistemas de pensamiento en el Collège de France (1970-1984). Su trabajo ha influido en importantes personalidades de las ciencias sociales y las humanidades. Foucault es conocido, principalmente, por sus estudios críticos de las instituciones sociales, en especial la psiquiatría, medicina, las ciencias humanas, el sistema de prisiones, así como por su trabajo sobre la historia de la sexualidad humana. Su trabajo sobre el poder, y las relaciones entre poder, conocimiento y discurso ha sido ampliamente debatido. En los años 1960, Foucault estuvo asociado al estructuralismo, un movimiento del que se distanció más adelante. Foucault también rechazó las etiquetas de postestructuralista y postmodernista, que le eran aplicadas habitualmente, prefiriendo clasificar su propio pensamiento como una crítica histórica de la modernidad con raíces en Kant.
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Bio

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Cronologia


  • Oct 15, 1926 - Paul-Michel Foucault nace en Poitiers, Francia, el 15 de octubre de 1926, descendiente directo de una famosa familia de cirujanos plásticos (más concretamente, de su homónima figura paterna, Paul Foucault).
  • 1966 - Michel Foucault publica en Gallimard su iluminador estudio titulado “Les Mots et les Choses”, al explicar que en el hombre es el lenguaje el que habla, no el yo. El gran lingüista-filósofo de Clermont Ferrand venía a desmontar el ya viejo mecanismo nietzscheano de la muerte de Dios, para formular la idea de la muerte del hombre, hipotético sujeto de las ciencias humanas.
  • Dec 2, 1970 - El orden del discurso de Michel Foucault, lección inaugural pronunciada en el Collège de France.

  • 1971 - Junto a otros dos conocidos intelectuales, Michel Foucault y Jean-Marie Domenach, firmó un manifiesto de denuncia sobre la situación de las prisiones. Vidal-Naquet, que contaba cómo el relato que le hizo de niño su padre sobre el caso Dreyffus (la condena por alta traición de un militar francés judío que se demostró que era inocente) se pronunció públicamente contra guerras que consideraba injustas, como la de Vietnam o la de Irak. 

  • 1975 - Hay un texto de Michel Foucault de 1975 que habla del Panóptico. Éste fue una invención del utilitarista inglés Jeremy Bentham (1748-1847) para renovar las instituciones carcelarias. En la Edad Media las celdas eran oscuras, se practicaban los tormentos y castigos físicos, Bentham plantea una innovación en el modo de corrección y castigo. El Panóptico era una especie de edificio con una torre central con un vigía, desde donde se podía ver todo. En ningún momento los reclusos quedaban fuera de la mirada. El modo de corrección era estar vigilándolos todo el tiempo.

  • 1978 - Se publica el libro Seguridad, Territorio y Poblacion. Este libro corresponde al curso dictado por Michel Foucault durante el año 1978 en el Collège de France.

  • Jun 26, 1984 - El filósofo e historiador francés Michel Foucault, uno de los principales de la corriente estructuralista del pensamiento francés, muere a los 57 años de edad, en el hospital la Pitie-Salpetriere de París a causa de VIH/SIDA.


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Ideas


Desde Historia de la locura en la época clásica hasta sus libros de la inconclusa La Historia de la Sexualidad se ubican dentro de una filosofía del conocimiento que sitúa en los talleres de la historia. Sus teorías sobre el saber, el poder y el sujeto rompieron con las concepciones modernas de estos términos, por lo que es considerado un postmodernista. Aunque a Foucault no le interesaba la etiqueta, argumentando que prefería discutir la definición de 'modernidad'. Pero se le considera como tal debido a que, aunque compartía con el estructuralismo algunas líneas de pensamiento, careció siempre de la pretensión de cientificidad característica de esta corriente, recalcando el abismo que se abre entre las palabras y las cosas. Además de estos libros, se han publicado transcripciones de algunos de sus cursos dictados en el Collège de France y numerosas entrevistas.

Foucault estudia hondamente el poder, rompiendo con las concepciones clásicas de este término. Para él, el poder no puede ser localizado en una institución, o en el Estado, está determinado por el juego de saberes que respaldan la dominación de unos individuos sobre otros al interior de estas estructuras. El poder no es considerado como algo que el individuo cede al soberano (concepción contractual jurídico-política), sino que es una relación de fuerzas, una situación estratégica en una sociedad determinada. Por lo tanto, el poder, al ser relación, está en todas partes, el sujeto está atravesado por relaciones de poder, no puede ser considerado independientemente de ellas. El poder, según dice, no sólo reprime, sino que también, produce efectos de verdad y produce saber.

Destaca el surgimiento de un biopoder que absorbe el antiguo derecho de vida y muerte que el soberano detentaba y que pretende convertir la vida en objeto administrable por parte del poder. En este sentido, la vida regulada debe ser protegida, diversificada y expandida. Su reverso, y en cierto sentido su efecto, es que para tales efectos es necesario justamente contar con la muerte, ya sea en la forma de la pena capital, la represión política, la eugenesia, el genocidio, etc, como una posibilidad que se ejerce sobre la vida por parte del poder que se fundamenta en su cuidado. Distingue dos técnicas de biopoder que surgen en los siglos XVII y XVIII. Esta anatomopolítica se caracteriza por ser una tecnología individualizante del poder, basada en el escrutar en los individuos, sus comportamientos y su cuerpo con el fin de anatomizarlos, es decir, producir cuerpos dóciles y fragmentados. Está basada en la disciplina como instrumento de control del cuerpo social penetrando en él hasta llegar hasta sus átomos; los individuos particulares. Vigilancia, control, intensificación del rendimiento, multiplicación de capacidades, emplazamiento, utilidad, etc. Todas estas categorías aplicadas al individuo concreto constituyen una disciplina nueva.

Tiene como objeto a poblaciones humanas, grupos de seres vivos regidos por procesos y leyes biológicas. Esta entidad biológica posee tasas conmensurables de natalidad, mortalidad, morbilidad, movilidad en los territorios, etc, que pueden usarse para controlarla en la dirección que se desee. De este modo, según la perspectiva foucaultiana, el poder se torna materialista y menos jurídico, ya que ahora debe tratar respectivamente, a través de las técnicas señaladas, con el cuerpo y la vida, el individuo y la especie.

Desarrolló una teoría del discurso, que utilizó para problematizar instituciones como hospitales, manicomios, prisiones y escuelas. Su análisis no se centra únicamente en el aparato coercitivo y en su funcionamiento, sino en los discursos, es decir, el lenguaje de las disciplinas que definen qué es un ser humano. Se trata de los lenguajes de la burocracia, de la administración, de la medicina o del psicoanálisis; en definitiva, los lenguajes del poder —los cuales no son descriptivos sino normativos, puesto que definen y disponen— tienen el poder de excluir al individuo del cielo de la sociedad y de determinar las condiciones de su admisión en ella: capacidad jurídica, conciencia moral, formación, o disciplina. Su postura respecto a los enunciados es radical. No sólo elimina cuestiones sobre verdad, sino inclusive cuestiones de significado. En lugar de buscar el origen del significado en algún sujeto trascendental o en relación con las prácticas aceptadas, Foucault niega que el significado tenga importancia alguna en su trabajo. Su estrategia es describir en detalle cómo surgen las afirmaciones de verdad, qué fue lo que de hecho se dijo y escribió, y cómo esto encaja en la formación de los discursos. Quiere evitar toda interpretación y alejarse de los objetivos de la hermenéutica. Esta postura permite que Foucault se aleje del punto de vista antropológico y se enfoque en el papel de las prácticas discursivas. Renunciar al significado pareciera acercar a Foucault al estructuralismo. Sin embargo, él se rehúsa a examinar a las oraciones fuera de su papel en la formación discursiva y también se rehúsa a examinar posibles oraciones que podrían surgir de tal formación. De aquí surge su identidad como historiador, pues sólo le interesa describir oraciones que, de hecho, ocurrieron en la Historia. Todo el sistema y sus reglas discursivas determinan la identidad de la oración; por lo tanto, no tiene sentido distinguir las oraciones posibles de las ocurridas. Sólo las oraciones que de hecho ocurren son las que pueden ocurrir en un sistema discursivo. Así que uno debe meramente describir sistemas específicos que determinan qué tipos de oraciones pueden surgir.
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El orden del discurso


Fue la lección inaugural que Michel Foucault impartió cuando, en 1970, sucedió a Jean Hyppolite en la Cátedra de «Historia de los sistemas del pensamiento» en el Collège de France. Foucault realizó en este texto una breve síntesis de lo que hasta entonces habían sido sus investigaciones, que giraban en torno a las relaciones entre saber y poder, al mismo tiempo que adelantaba el que iba a ser su futuro programa de trabajo.


Foucault comienza su propio discurso afirmando que siente inquietud hacia lo que es el discurso en tanto que realidad material, que siente en exceso la responsabilidad de ser autor de un discurso, pero que también siente cómo la «Institución» acude en su ayuda ritualizando el inicio del discurso, y consiguiendo así que el poder que pueda tener el discurso será de la propia «Institución» de donde éste lo obtenga. Con este inicio, Foucault plantea las líneas generales de la lección: el hecho de que la noción de 'discurso' ha de ser peligrosa si las formas institucionales tienen tanto interés en determinar todo el proceso de su creación. Así pues, Foucault se plantea seguir arqueológicamente todo el rastro que ha llevado hasta nuestra noción de ‘discurso’.
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Procedimientos de control de los discursos


Partiendo de que en toda sociedad la producción material de los propios discursos está controlada, seleccionada y redistribuida por cierto número de procedimientos, Foucault distingue entre tres tipos de estos procedimientos: en primer lugar los procedimientos de exclusión (de carácter externo al propio discurso, y cuya función es dominar los poderes que los discursos conllevan), entre los que se destacan los de prohibición (a través del tabú del objeto, del ritual de la circunstancia y del derecho privilegiado del sujeto que habla), centrados hoy en el sexo (haciendo que el mismo discurso sobre el sexo sea, no sólo lo que habla o calla sobre el deseo, sino también él mismo objeto de deseo) y en la política (convirtiendo al mismo discurso en objeto de la lucha política y no en su mera manifestación); los de separación y rechazo, como en el clásico ejemplo foucaultiano de la separación entre razón y locura; y los de oposición entre lo verdadero y lo falso, que son los que a través de su propia historia han dado su forma general a nuestra voluntad de saber, es decir, a la forma de nuestro conocimiento, a la distinción entre lo que es conocimiento y lo que no. Foucault constata que los tres están apoyados en una base institucional, pero que los terceros operan a un nivel más profundo, hasta el punto de que durante los últimos siglos ha ido haciéndose cargo de los procedimientos de prohibición y los de separación y rechazo, tornándose así la oposición entre lo verdadero y lo falso más profunda e insoslayable, más invisible ante nuestros ojos.
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Procedimientos de limitación de los discursos

Los procedimientos de limitación (éstos de carácter interno y dedicados a conjurar los azares de la aparición de discursos), entre los que Foucault apunta el comentario, que reformula una y otra vez los discursos según ciertos intereses para así limitar el azar del discurso por medio del juego de una identidad que tiene la forma de la repetición y de lo mismo; el autor, que queda establecido como principio de agrupación y de origen de las significaciones del discurso, para así limitarlo por el juego de una identidad que tiene la forma de la individualidad y del yo; y la organización de las disciplinas, que permite construir discursos sólo de acuerdo con un estrecho margen previamente instituido, fijando los límites del discurso por el juego de una identidad que tiene la forma de una reactualización permanente de las reglas. Y en tercer lugar, los procedimientos que determinan las condiciones de utilización de los discursos, destinados a imponer reglas a los individuos que dicen los discursos y a no permitir el acceso a éstos a todo el público. De este modo, todo intercambio y comunicación funcionan siempre dentro de sistemas complejos de restricciones, entre las que Foucault destaca el ritual, que define la cualificación del individuo que habla y la situación que debe acompañar al discurso, y fija la efectividad del discurso, el efecto de las palabras sobre aquéllos a quienes va dirigido; las sociedades de discursos, que hacen circular los discursos por espacios cerrados y los distribuyen según reglas estrictas; las doctrinas, que vinculan a los individuos a ciertos tipos de enunciación al mismo tiempo que les prohíben cualquier otro tipo; y la adecuación social del discurso, que viene impuesta políticamente por todo el sistema de educación.
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La filosofía y el orden del discurso


Foucault habla del papel que le corresponde a la filosofía frente a tal compleja situación del proceso discursivo. En primer lugar señala que la filosofía surgió para «seguirle el juego» a todos estos procedimientos de «regulación» de los discursos, primero como fundamento de una verdad ideal como ley del discurso y una racionalidad inmanente como principio de sus desarrollos, y segundo al reforzarlos mediante la elisión de la realidad específica del discurso, caracterizándolo según tres nociones que anulan la realidad material del discurso y lo convierten en mero espacio de comunicación: el sujeto fundador como autor original, la experiencia originaria, cuyo significado supone que en las cosas ya hay un sentido que como tal se transmite por el lenguaje, y la mediación universal, cuya implicación es que como todo se transmite mediante discursos, es como si éstos no estuvieran, como si no fueran materiales sino mera transparencia. Foucault explica esta actuación de la filosofía afirmando que en nuestra cultura existe una profunda logofobia contra el discurso como acontecimiento discontinuo, batallador, creador de desorden y de peligro.

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El programa de Foucault

Para comprender cómo funciona este temor y cuáles son sus efectos, para desarmarlo, Foucault propone una línea de acción concreta: replantearnos nuestra voluntad de verdad, restituir al discurso su carácter de acontecimiento y borrar finalmente la soberanía del significante. Y afirma que ése es el programa que él se plantea llevar a cabo desde ese momento.
Una tematización así –continúa– requiere una metodología específica que exige cuatro principios: el de trastocamiento, que consiste en reconocer el juego negativo de un corte y de un enrarecimiento del discurso allí donde, según la tradición, se suele reconocer la fuente original de los discursos; el de discontinuidad: lo anterior no supone que por debajo de los diferentes discursos exista una gran discurso ilimitado, los discursos son prácticas discontinuas, pero por sí mismos no responden a las claras distinciones que se les imponen, sino que están en constante entrecruzamiento, yuxtaposición, ignorancia, exclusión; el de especificidad: los discursos tienen una realidad concreta, no se limitan a transmitirnos «cómo es el mundo», sino que el discurso ejerce una violencia sobre las cosas, es una práctica que les imponemos a éstas; y el de exterioridad: el camino no es ir desde el discurso hacia el «pensamiento oculto» que late en él, sino que aquello que hay que cuestionarse son sus condiciones externas de posibilidad, de dónde surge, a qué responde, cuáles son sus intereses, por qué se le trata como un origen y qué fija sus límites.
Antes de continuar, no obstante, Foucault plantea dos advertencias: lo importante es que la historia no considere un acontecimiento sin definir la serie de la que forma parte, articulándose estas nociones de acontecimiento y de serie alrededor de las ideas de regularidad, azar, discontinuidad, dependencia, transformación. Y el discurso como acontecimiento obtiene un estatus filosófico que consiste en la relación, la coexistencia, la dispersión, la intersección, la acumulación, la selección de elementos materiales.
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El análisis de los discursos

El trabajo de análisis de los discursos se dispone en dos conjuntos: el conjunto crítico, que mediante el principio de trastocamiento persigue determinar las formas concretas de exclusión, de delimitación y de apropiación de los discursos; y el conjunto genealógico, que mediante el uso de los tres principios restantes, investiga cómo se ha formado efectivamente el discurso por medio de, a pesar de o con el apoyo de los diferentes sistemas de coacción. Entrando en materia, un esquema de lo que sería el conjunto crítico consiste en mostrar cómo operan, por ejemplo, los diferentes procedimientos de exclusión. Así, el estudio del procedimiento de separación y rechazo ha revelado cómo se produjo la separación de razón y locura durante la época clásica; el del procedimiento de prohibición ha mostrado todo el complejo sistema de prohibiciones del lenguaje de la sexualidad desde el siglo XVI al XIX; y el de la oposición entre lo verdadero y lo falso ha desvelado cómo nuestra actual delimitación de la verdad responde a ciertos momentos clave del desarrollo histórico de las ideas: la época de la sofística y el comienzo del platonismo, con la que se inicia esta oposición; el paso del siglo XVI al XVII, con la aparición en Inglaterra de una nueva «ciencia de la mirada» ligada a nuevas estructuras políticas y a una nueva ideología religiosa; y el comienzo del siglo XIX, con la fundación de la ciencia moderna, la formación de la sociedad industrial y el advenimiento del positivismo.


Ante esta tarea de la crítica, la genealogía se ocupa de la formación efectiva de los discursos en su relación con todos estos límites de control, cómo esta formación de los discursos es dispersa, discontinua y regular al mismo tiempo. Pero en la práctica ambas tareas no son tan fácilmente separables, sólo se distinguen en el punto de ataque, de perspectiva y delimitación. Mientras que la crítica se refiere a los sistemas de desarrollo del discurso e intenta señalar esos principios de producción, de exclusión y de rareza del discurso; la genealogía atiende a las series de formación efectiva del discurso, intenta captarlo en su poder de afirmación en tanto que poder de constituir dominios de objetos a propósito de los cuales se podrían afirmar o negar proposiciones verdaderas o falsas.
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Normalizacion para Foucault


Por “normalización”, Foucault entiende un sistema finamente graduado y con intervalos medibles en los cuales los individuos pueden ser distribuidos alrededor de una norma –una norma que a la vez organiza y es el resultado de su controlada distribución. Un sistema de organización está opuesto a un sistema de ley o a un sistema de personal poder. No hay un punto dependiente fijo desde el cual se hagan juicios, para imponer una voluntad. Normatividad, orden serializado (para utilizar el término Sartreano) es un esencial componente del régimen de Bio-poder, para un “poder cuyas tareas están para hacerse cargo de las necesidades regulativas y de los mecanismos correctivos de la vida... semejante poder tiene que calificar, medir, evaluar, y, jerarquizar, más bien que exhibir asi mismo su asesino esplendor.
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Normalizacion en el sistema educativo


En el ámbito de la educación el pensamiento de Michel Foucault ha ejercido en los últimos años una influencia fundamental. Son ampliamente conocidas sus tesis respecto del surgimiento de las ciencias humanas en la matriz de la sociedad disciplinaria: la criminología, la psicología, la psiquiatría, la medicina y la pedagogía -por citar sólo algunas- logran su estatus científico a partir de mecanismos de poder, fundamentalmente desde la técnica del examen. Estas ciencias se caracterizan por dar cuenta de un sujeto individual conformado de acuerdo a mecanismo de poder y de saber: en virtud de ellos se lo construye dócil, domesticado, castrado; en suma un sujeto normal. Estas técnicas conforman entonces verdaderas tecnologías de subjetivación.
De singular importancia son sus análisis sobre casos institucionales; la modernidad que colocó a las instituciones como principio organizativo fundamental de la sociedad, sentó las bases al mismo tiempo para la vigilancia continua de los sujetos albergados en ellas. El siglo XIX, pero también la sociedad actual, produjo el despliegue de una vasta red de instituciones de sujeción y control, entre las que sobresalen la cárcel, la escuela, la fábrica, el manicomio, el hospital y otras semejantes. Todas isomórficas al célebre modelo del panóptico: en una institución panóptica el poder se ejerce a través de la mirada de guardiacárceles, maestros, capataces y demás funcionarios políticos. Este ejercicio del poder da nacimiento a un cierto tipo de saber respecto de los sujetos vigilados (presos, alumnos, obreros, locos, enfermos, etc.) que se registra cuidadosamente en archivos y documentos. Este saber de poca gloria que recoge la pequeña historia de vida de los individuos encerrados no es un saber inocente sino que realimenta y hace más sutil el ejercicio del poder disciplinario. Ahora bien, para Foucault, este saber es la base material a partir de la cual surgen algunas ciencias humanas. La psiquiatría, la psicología, la criminología, la medicina, la pedagogía nacen entonces de la vigilancia, el control y la corrección institucional
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Como aplica la educación y la construcción del discurso de Foucault en la actualidad

En la actualidad vivimos en una llana incertidumbre e ignorancia precisamente porque no conocemos con exactitud los matices del discurso, que pronuncian la educación, la ciencia, la economía, los medios de comunicación y la política, aunque éste último generalmente establece la supremacía ante los demás. Lo único que conocemos de estos discursos a simple vista es su amplia elocuencia discursiva (linealidad), y las reglas de cómo se debe de hablar ante sociedades democráticas, globalizadas y tecno-científicas.
Sobre esto, Michel Foucault considera que el discurso debe abandonar en absoluto, el “tabú del objeto, ritual de la circunstancia, derecho exclusivo o privilegiado del sujeto de habla,” que irrumpe la singularidad del discurso.
Con esto Foucault posibilita la pluralidad del discurso, esto significa que el discurso no tiene un orden preestablecido para manifestarse, sino que el discurso según Foucault es azaroso y descontinuó, ello no implica equivocidad o infinitud discursiva, ya que permite englobar diversos matices, enfoques, ideas sobre el discurso como una practica dispersa en la vida concreta y por ello no tiene una temática o veta.
Nuestro filósofo francés echa mano del loco para ejemplificar su discurso como algo nulo determinado por la Edad Media. Así, el loco no es de ningún modo aquel enfermo mental de la medicina moderna, sino es un sujeto que afirma cosas “locas” pero ciertas para su tiempo e incluso revelaba verdades del futuro, que son mal intuidas o pensadas por la Edad Media.

En ese sentido el loco representa para la Edad Media la enorme ola de irracionalidad, entonces el discurso del loco como tal es excluido de los discursos “normales”, o bien de un esquema social, y por tanto, se aparta del núcleo de una sociedad coherente por decirlo así. Para Foucault el loco es una figura clave que percibe la ingenuidad de la sabiduría y la hace presente en los demás, como algo inaudito y sospechoso para la conciencia ordinaria. Por otro lado, el discurso esta hecho para un público, para un sector reducido a veces de la sociedad, en otras más esta trastocado diría Foucault de tal modo que nos transporta a una situación, quizás desconocida para mucho de nosotros. Por eso, el discurso siempre impone una fuerza para favorecer una corriente, un bien común o particular, de ahí, es donde radica la importancia del autor puesto es quien nos da el mensaje, precisamente porque su palabra constituye un quehacer practico y revelador para las implicaciones del discurso.
Para Foucault el autor es quien tiene todo el crédito de la palabra y es quien da sin duda origen a la unidad de significaciones discursivas, el autor como tal se limita en ciertas cuestiones que no son convenientes para él sino que buscas una identidad de “yo” (cartesiana), de modo que enfatiza sus propósitos y metas. Foucault señala que el autor debe abandonar su papel, así de cerrado, para perfilarse como sujeto fundador, cuya tarea es animar las formas vacías del habla y las ideas escondidas en el discurso.

Los sesgos que ejecuta el autor propician la posibilidad de trastocar el discurso. Un modo es someter al discurso a una circunstancia nociva para el público a quien va dirigido el mensaje, introducir atisbos de violencia por ejemplo, caso que marca Hannah Arendt: “la violencia empieza donde el discurso acaba, las palabras pierden su cualidad discursiva y se convierten en clichés”, podemos pensar entonces que el discurso en este sentido constituye la antesala de la violencia, ya que el discurso es el medio que permite sentar algunas elementos de su origen, (o sea de la violencia) aunque la violencia aun no es física sino sólo se anuncia como un “comercial” de T.V.
En el caso Foucault piensa que “es necesario concebir el discurso como violencia que se ejerce sobre las cosas, en todo caso como una practica que les imponemos; es en esta practica donde los acontecimientos del discurso encuentran el principio de su regularidad” Aquí Foucault se refiere al principio de especificidad el cual debemos de descifrar porque él no esta a favor de nosotros (sino hay que buscar la especificidad en el discurso). De ahí nace la idea de ver al discurso como violencia cuya tarea debe de imponerse en la práctica cotidiana, como algo discontinuo, pero no es para nada una violencia en el sentido física sino un modo de romper con un paradigma, esto tiene que ver con el discurso como una linealidad que opera de acuerdo a las limitaciones del autor.
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Foucault y el poder

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El cuerpo y el Poder


La relación Cuerpo-poder, es una relación importante en el planteamiento filosófico de Michel Foucault. Dicha relación que se torna intrínseca, representa en este autor una de sus tesis fundamentales en su concepción del poder. Para Foucault, el cuerpo se encuentra sumergido en un campo político en donde establece relaciones con otros cuerpos, relaciones que reciben el nombre de "Relaciones de poder".
"Pero el cuerpo está también directamente inmerso en un campo político; las relaciones de poder operan sobre él una presa inmediata; lo cercan, lo marcan, lo doman, lo someten a suplicio, lo fuerzan a unos trabajos, lo obligan a unas ceremonias, exigen de él unos signos".
El cuerpo está imbuido en las relaciones de poder, no puede escapar a ellas, solo puede actuar dentro de las relaciones de poder, se podría llegar a decir que el cuerpo se convierte en una presa inmediata del poder en sus múltiples dimensiones, desempeñándose como autor principal de las relaciones de poder.
Para Foucault, el cuerpo desde lo más individual representa un pequeño poder, el cual lo denomina como micro-poder; este micro-poder entra en relación con otros micropoderes, los cuales se manifiestan en diversos campos, como por ejemplo: en el campo social, económico, político, religioso, cultural entre otros. De tales relaciones de los micropoderes, resulta la creación de normas, contratos, convenios, acuerdos, formas de propiedad, en fin, diversas relaciones que involucran al cuerpo.

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Lo que se ha construido históricamente puede destruirse políticamente
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Caso: En el nombre de Dios


En esta película nos muestran la historia real de 3 mujeres que fueron encerradas en una institución regida por las hermanas de la misericordia llamados los asilos de la Magdalena. Este asilo estuvo vigente desde los años 40s hasta 1996 cuando cerro sus puertas al fin.

La historia de Margaret, Rose y Bernadette oscila por los años 70s cuando fueron internadas en este asilo irlandés por el pecado de la impureza donde era vivir durante el resto de sus días trabajando para que les fuera concebido el perdón por sus pecados. Se levantaban desde muy temprana hora a trabajar en la principal actividad económica que sostenía aquel lugar, el lavado de ropa. Tenían que permanecer en silencio y cualquier protesta o violación al reglamento era castigado físicamente. Y finalmente deberían olvidar a su familia. Dejar atrás su pasado porque ya no tenían futuro, más que permanecer en ese convento hasta el final de sus días trabajando para que les sea concedido el perdón de sus pecados realizados.





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Magdalene Laundries

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Desperaux

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Libros


  • Enfermedad mental y personalidad / Maladie mentale et personnalité (1954; reed. en 1962).
  • Historia de la locura en la época clásica / Histoire de la folie à l'âge classique. Folie et déraison (1961).
  • Raymond Roussel (1963).
  • El nacimiento de la clínica / Naissance de la clinique. Une archéologie du regard médical (1963).
  • Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias humanas / Les mots et les choses. Une archéologie des sciences humaines (1966).
  • El pensamiento del afuera / La pensée du dehors (1966), ensayo breve.
  • La arqueología del saber / L'Archéologie du savoir (1969).
  • Siete sentencias sobre el séptimo ángel / Sept propos sur le septième ange (1970), ensayo breve.
  • El orden del discurso / L'ordre du discours (1970), discurso inaugural en el Collège de France.
  • Esto no es una pipa / Ceci n'est pas une pipe (1973), ensayo breve.
  • Vigilar y castigar / Surveiller et punir (1975).
  • Historia de la sexualidad, 1: La voluntad de saber / Histoire de la sexualité, 1. La volonté de savoir (1976).
  • Microfisica del poder (1980).
  • Historia de la sexualidad, 2: El uso de los placeres / Histoire de la sexualité, 2. L’usage des plaisirs (1984).
  • Historia de la sexualidad, 3: La inquietud de sí / Histoire de la sexualité, 3. Le souci de soi (1984).
  • La pintura de Manet (1989), Alpha Decay, Barcelona, 2004.
  • Dits et écrits (1994), 4 vols., recopilación de todos sus artículos y entrevistas.
  • Cours au Collège de France (1997 y ss.), 13 vols., publicados por Gallimard-Seuil, fundamentales para entender su pensamiento. Son:
    • La volonté de savoir
    • Théories et institutions pénales
    • La société punitive
    • Le pouvoir psychiatrique, 2003 (tr. Akal, 2005)
    • Les anormaux, 1999 (Akal, 2001)
    • «Il faut défendre la société», 1997 (Akal, 2003)
    • Sécurité, territoire, population, 2004 (Akal, 2008)
    • Naissance de la biopolitique, 2004
    • Du gouvernement des vivants
    • Subjectivité et vérité; L’Herméutique du sujet, 2001 (Akal, 2005)
    • Le gouvernement de soi et des autres, 2008
    • Le courage de la vérité. (Le Gouvernement de soi et des autres, Il), 2009.

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Obras



La Historia de la locura en la época clásica fue determinante en su trayectoria, por la elección de su objeto (la sinrazón), por el lenguaje empleado (Bataille y Blanchot como fondo), por las referencias literarias (de Diderot a Artaud), por su engranaje con el giro cartesiano (Descartes fue siempre la frontera nueva del pensamiento, según señaló hasta su muerte), por tratar el problema de la normalización desde el siglo XVII y XVIII, que es el prólogo a lo que sucederá en la época contemporánea según irá exponiendo el resto de su obra hasta 1976. Como sucede con los autores clásicos, la bibliografía y los casos sobre los que trabajó están siendo revisados hoy, sobre todo a la luz de la publicación de sus Seminarios.
El nacimiento de la clínica, de 1963, fue su segundo trabajo importante. Foucault rastrea el desarrollo de la medicina, específicamente la institución de la clínica. El tema central es el de la observación o mirada atenta, hasta la consigna de abrir cadáveres, promovida en los años de las turbulencias revolucionarias.
Las palabras y las cosas, de 1966, empieza con una discusión de Las Meninas de Diego Velázquez, y su complejo juego de miradas, ocultamientos y apariciones. De ahí desarrolla su argumento central: que todos los periodos de la historia poseen ciertas condiciones fundamentales de verdad que constituyen lo que es aceptable o no, como, por ejemplo, el discurso científico. Y argumenta que estas condiciones de discurso cambian a través del tiempo, mediante cambios relativamente repentinos, de una episteme a otra, según el término que introduce. Es una profunda reflexión sobre el ser hablado, y la posibilidad humana de conocimiento. Es una obra capital, dentro de su labor intelectual, y puso al autor en el primer plano de la historia del pensamiento.
La arqueología del saber, de 1969, representa su principal aventura en metodología. Lo escribió para lidiar con la percepción que se tenía de Las palabras y las cosas. Hace referencia a la filosofía analítica angloamericana, en particular a la teoría del acto discursivo. Dirige su análisis hacía la oración, la unidad básica del discurso que considera ignorada hasta ese momento. Las oraciones dependen de las condiciones en las que emergen y existen dentro del campo del discurso. No son proposiciones, ni declaraciones ni actos discursivos. En su análisis, considera los actos discursivos serios en cuanto a su análisis literal, en lugar de buscar algún significado más profundo. Es importante notar que de ninguna manera está tratando de desplazar o invalidar otras formas de analizar el discurso.
Vigilar y castigar, de 1975, empieza con una descripción muy gráfica de la ejecución pública del regicida Damiens en 1757. Contra ésta, Foucault expone una prisión gris, 80 años después y busca entender cómo pudo ocurrir tal cambio en la forma de castigar a los convictos en un período tan corto. Estas dos formas de castigo tan contrastantes son dos ejemplos de lo que llama "tecnologías de castigo". La primera, la tecnología de castigo 'monárquica', consiste en la represión de la población mediante ejecuciones públicas y tortura. La segunda, el "castigo disciplinario", según dice, es la forma de castigo practicada hoy día; este castigo le da a los "profesionales" (psicólogos, facilitadores, guardias, etc.) poder sobre el prisionero: la duración de la estancia depende de la opinión de los profesionales.
Foucault compara la sociedad moderna con el diseño de prisiones llamadas panópticos de Bentham (nunca construidas pero tomadas en cuenta): allí, un solo guardia puede vigilar a muchos prisioneros mientras el guardia no puede ser visto. El oscuro calabozo de la pre-modernidad ha sido reemplazado por la moderna prisión brillante, pero Foucault advierte que "la visibilidad es una trampa". A través de esta óptica de vigilancia, dice, la sociedad moderna ejercita sus sistemas de control de poder y conocimiento (términos que considera tan íntimamente ligados que con frecuencia habla del concepto "poder-conocimiento"). Foucault sugiere que en todos los planos de la sociedad moderna existe un tipo de 'prisión continua', desde las cárceles de máxima seguridad, trabajadores sociales, la policía, los maestros, hasta nuestro trabajo diario y vida cotidiana. Todo está conectado mediante la vigilancia (deliberada o no) de unos seres humanos por otros, en busca de una 'normalización' generalizada.
Hasta su muerte se publicaron tres volúmenes de la Historia de la sexualidad. El primero, La voluntad de saber, de 1976, se sitúa en los dos siglos XVIII y XIX; trata del funcionamiento de la sexualidad en relación con la emergencia del bio-poder, el "control total sobre los cuerpos vivos", es decir, todas las políticas económicas, geográficas y demográficas que establece el poder para el control social. El poder se encuentra difuso, fragmentado, deslocalizado, es ubicuo, e impregna todas las relaciones sociales. Ataca las "hipótesis represivas", la creencia común de que hemos "reprimido" nuestros impulsos sexuales desde el siglo XIX. Y propone una visión de la sexualidad como "promovido" a través de la construcción discursiva del sexo. Sin embargo, ésta supuesta libertad sexual se enfrenta continuamente al "control sobre los cuerpos vivos", y el derecho de espada, la muerte, típica de sociedades disciplinarias, ha cedido el paso a la "interiorización de la norma", mecanismos más acordes con las sociedades de control en las que vivimos. Por tanto, el autor concibe el discurso sexual y la libertad sexual "lograda" en las últimas décadas (o sencillamente deseada por aquellos que defienden la libertad) como un dispositivo falso, que pretende distraer de lo que debe ser verdaderamente objeto de lucha en nuestra sociedad: el control sobre nuestros propios cuerpos, sobre nuestros deseos y pasiones. El uso de los placeres y La inquietud de sí (1984), en cambio, tratan sobre el uso del cuerpo y su moral ascética en la Antigüedad griega y romana. Un cuarto volumen, que abordaba ya la era cristiana, estaba concluido desde antes, pero como no se adecuaba al lenguaje de los anteriores, no permitió publicarlo.
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Bibliografía



Libros:
  • El orden del discurso. Michel Foucault
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